
¿Te sientes atrapado en tu trabajo, con un nudo constante en el estómago y sin energía ni para empezar el día? No estás solo. La ansiedad laboral es más común de lo que parece, y cuando alcanza ciertos niveles, pedir una baja médica no solo es legítimo, sino necesario.
En este artículo vamos a desglosar, de forma clara y cercana, todo lo que necesitas saber sobre la baja por ansiedad laboral: qué la causa, cómo se manifiesta, cuándo solicitarla, qué derechos tienes y cómo recuperarte de verdad. No se trata solo de desconectar un tiempo, sino de empezar a cuidar tu salud mental como se merece.
Desde nuestra experiencia como profesionales en psicología, te hablaremos de lo que muchas veces no se cuenta: las emociones que se esconden tras esa decisión, el miedo a «quedar mal» o a ser juzgado, y cómo encontrar un camino de recuperación real.
Y también te explicaremos los pasos legales para que tu baja esté bien tramitada y tengas la tranquilidad de hacer las cosas bien.
¿Qué es la ansiedad laboral y cómo se manifiesta?

La ansiedad laboral no es solo estar estresado por tener mucho trabajo. Es un estado emocional persistente que se instala en el cuerpo y en la mente, marcado por una preocupación constante, una tensión difícil de soltar y un miedo que, a veces, ni siquiera sabemos explicar bien. Puede que empiece por algo concreto —una sobrecarga puntual, un jefe exigente, un conflicto con un compañero— pero con el tiempo se vuelve algo más profundo, más difuso… y más agotador.
A diferencia del estrés, que suele estar asociado a situaciones concretas (como una entrega o una reunión importante), la ansiedad laboral puede mantenerse incluso cuando el «peligro» ya ha pasado. Es como si tu cuerpo siguiera en modo alerta, incluso sin razón aparente.
Síntomas emocionales
Uno de los primeros signos suele ser la dificultad para concentrarse. La mente se dispersa, va de una preocupación a otra, cuesta mantenerse presente. También es muy común la irritabilidad: pequeñas cosas que antes no te afectaban, ahora te sacan de quicio. Aparece una preocupación excesiva, no solo durante el horario laboral, sino también en casa, en tu tiempo libre… como si el trabajo te persiguiera mentalmente.
Con el tiempo, pueden surgir cambios de humor frecuentes, una sensación de pesimismo constante y, en algunos casos, sentimientos de desesperanza que hacen que todo parezca cuesta arriba.
Síntomas físicos
La ansiedad no se queda solo en la cabeza. El cuerpo también habla: tensión muscular, dolores de cabeza, problemas digestivos, fatiga crónica, palpitaciones, sudoración o incluso temblores son manifestaciones habituales. Es como si el cuerpo estuviera permanentemente en alerta, esperando un golpe que nunca termina de llegar.
Síntomas conductuales
A nivel de comportamiento, puedes notar que te aíslas más de tus compañeros, evitas ciertas tareas, o simplemente funcionas en modo automático, con una especie de desconexión emocional. Incluso puede llegar el presentismo (ir a trabajar pero sin rendir) o el absentismo (no poder ir porque el malestar es demasiado grande).
Reconocer estos síntomas es el primer paso para entender que algo no va bien. Y, sobre todo, para saber que no tienes por qué aguantarlo en silencio.

Principales causas de la ansiedad en el trabajo
La ansiedad laboral no aparece de la nada. Suele ser el resultado de una acumulación de factores que, poco a poco, van desbordando nuestra capacidad de adaptación. Aunque cada persona tiene su propio umbral de tolerancia y sus circunstancias, hay ciertas causas que se repiten con frecuencia en la mayoría de los casos.
Sobrecarga de trabajo y plazos ajustados
Cuando el volumen de tareas es excesivo o los tiempos de entrega son imposibles, nuestro sistema nervioso entra en modo supervivencia. Se genera una presión constante que impide desconectar, incluso fuera del horario laboral. Esa sensación de que «nunca llegas» desgasta, frustra y mina la autoestima.
Inseguridad laboral
El miedo a perder el trabajo, a no estar a la altura o a no ser valorado genera una ansiedad que se cuela en cada decisión. Vivir con la incertidumbre de si conservarás tu puesto o si serás despedido sin aviso genera un estado de alerta crónico.
Relaciones tóxicas o conflictivas
Los conflictos con compañeros, la falta de apoyo por parte de los supervisores o el acoso laboral (mobbing) son fuentes de ansiedad extremadamente potentes. El entorno social en el trabajo puede ser un gran apoyo o, por el contrario, un auténtico detonante emocional.
Expectativas excesivas (externas o autoimpuestas)
A veces, la presión no solo viene de fuera. Muchas personas viven atrapadas en una autoexigencia constante, queriendo demostrar todo el tiempo que son válidas, eficientes y productivas. Esta lucha interna por cumplir estándares imposibles puede llegar a ser demoledora.
Falta de equilibrio entre vida personal y laboral
Cuando el trabajo empieza a ocupar todo el espacio —mental, emocional y físico— la ansiedad encuentra terreno fértil. No tener tiempo para ti, para tus hobbies, para tu gente… hace que la vida se vuelva monótona y centrada exclusivamente en lo laboral. Y eso pasa factura.
Cambios bruscos y factores ambientales
Reestructuraciones internas, nuevas herramientas tecnológicas, cambios de jefe o de equipo… todo lo que implique adaptarte a un entorno nuevo puede generar ansiedad. Y si a eso le sumas un espacio de trabajo incómodo, ruidoso o poco saludable, el malestar se multiplica.
Identificar cuál (o cuáles) de estas causas están activando tu ansiedad es fundamental para poder tomar decisiones. A veces no se trata de dejar el trabajo, sino de poner límites claros o buscar apoyo profesional para gestionar mejor esas dinámicas.
Impacto de la ansiedad laboral en tu vida profesional y personal
Cuando hablamos de ansiedad laboral, no estamos hablando solo de “estar nervioso en el trabajo”. Estamos hablando de una condición que, si no se aborda a tiempo, puede deteriorar tu rendimiento, tu salud física y mental, e incluso tus relaciones personales. Sus efectos no se quedan en la oficina: te acompañan a casa, a la cama y a cada rincón de tu vida.

En el entorno profesional
Uno de los primeros signos visibles es la disminución del rendimiento. La dificultad para concentrarse, la fatiga constante o la sensación de estar desbordado hacen que el trabajo se resienta: errores frecuentes, baja productividad, olvidos, tareas sin terminar… Y esto no hace más que alimentar la ansiedad, creando un círculo vicioso.
También se deterioran las relaciones laborales. La irritabilidad, el cansancio y el mal humor generan tensiones con compañeros y superiores. Incluso puede surgir el aislamiento social, evitando conversaciones o reuniones por miedo a estallar o simplemente por agotamiento emocional.
En muchos casos aparece el absentismo: no ir a trabajar porque el cuerpo y la mente dicen “basta”. O el presentismo: estar físicamente en el puesto, pero sin energía ni capacidad real para rendir. Este último es especialmente insidioso, porque pasa desapercibido… hasta que los errores se acumulan o el desgaste se vuelve insostenible.
En tu vida personal
La ansiedad laboral no se queda en la oficina. Llega contigo a casa. Puedes sentirte más irritable con tu pareja, menos disponible para tus hijos, distante con tus amigos. Las emociones están a flor de piel, y cualquier situación cotidiana puede parecerte un mundo.
A nivel físico, pueden aparecer problemas de sueño, trastornos digestivos, dolencias musculares o incluso afecciones cardiovasculares. Tu cuerpo te está diciendo que no puede más.
Y en el plano emocional, la ansiedad mantenida puede derivar en depresión, en un trastorno de ansiedad generalizada, o en una profunda pérdida de sentido vital. Cuando toda tu energía está centrada en sobrevivir al trabajo, la vida pierde color.
Por eso, identificar el impacto real que esta ansiedad está teniendo en tu vida es crucial. No para asustarte, sino para que entiendas que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de responsabilidad y autocuidado.
¿Cuándo y cómo solicitar una baja por ansiedad laboral?
Pedir una baja médica por ansiedad no es un capricho, ni un acto de debilidad. Es una medida de cuidado y responsabilidad contigo mismo —y también con tu entorno— cuando el malestar ha superado ciertos límites. Sin embargo, muchas personas no saben en qué momento dar ese paso o cómo hacerlo correctamente. Vamos a aclararlo todo, paso a paso.
¿Cuándo es necesario pedir la baja?
Algunas señales claras de que podrías necesitar una baja son:
- Te cuesta levantarte cada mañana para ir a trabajar.
- Vives con una angustia constante relacionada con el trabajo.
- Has empezado a somatizar el malestar (dolores, insomnio, fatiga…).
- Tu entorno cercano te ha hecho notar que “no eres el de siempre”.
- Has dejado de disfrutar de cosas que antes te gustaban.
- Te has planteado dimitir solo para dejar de sentirte así.
Si te identificas con varias de estas señales, es momento de considerar la baja como un paso necesario para frenar, recuperarte y tomar perspectiva.
¿Cómo se tramita la baja?
- Pide cita con tu médico de atención primaria. Es quien puede valorar tu estado emocional y emitir el parte de baja por contingencias comunes (si la causa no se considera directamente relacionada con tu puesto).
- Describe con honestidad cómo te sientes. Cuanta más claridad y sinceridad haya en la consulta, mejor podrá el profesional evaluar tu caso. No tengas miedo de compartir síntomas emocionales o físicos.
- Recoge el parte de baja y entrégalo a tu empresa. Tienes 3 días desde que lo emiten para comunicarlo. No estás obligado a dar detalles de tu diagnóstico a la empresa; basta con el parte oficial.
- Acude a las revisiones médicas periódicas. Estas permitirán hacer seguimiento de tu evolución y ajustar la duración de la baja si es necesario.
¿Y si la causa es el propio entorno laboral?
Si tu ansiedad se debe a situaciones como acoso, violencia laboral o una carga de trabajo excesiva impuesta por la empresa, podrías estar ante un caso de contingencias profesionales. En este caso:
- Puedes solicitar una evaluación por parte de la Mutua o el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS).
- Es posible que necesites acreditar con pruebas la relación directa entre tu trabajo y el daño psicológico (informes, testimonios, historial laboral…).
Este proceso suele ser más complejo, pero puede implicar beneficios económicos mayores desde el primer día.
Derechos y deberes durante la baja
Durante la baja por ansiedad:
- Tienes derecho a recibir una prestación económica, que veremos en detalle en la siguiente sección.
- No pueden despedirte por estar de baja, aunque hay matices si se produce una baja de larga duración.
- No estás obligado a estar recluido en casa, pero sí a seguir las pautas médicas y evitar actividades incompatibles con tu recuperación.
Tomarse una baja por ansiedad no es “parar tu vida”, es empezar a recuperarla.

Duración y remuneración durante la baja por ansiedad
Una de las dudas más comunes cuando alguien considera pedir la baja por ansiedad laboral es: ¿cuánto tiempo puedo estar de baja? y ¿cuánto voy a cobrar? Resolver estas preguntas te dará tranquilidad para tomar una decisión informada y sin miedo.
¿Cuánto puede durar una baja por ansiedad?
La duración depende del nivel de afectación y la evolución del tratamiento. No hay un tiempo “fijo”, pero para que te hagas una idea:
- Bajas leves (ansiedad puntual, buena respuesta a terapia): entre 1 y 4 semanas.
- Bajas moderadas (malestar mantenido, síntomas físicos, desgaste importante): entre 1 y 3 meses.
- Bajas graves o crónicas (trastorno de ansiedad, derivación psiquiátrica, burnout severo): 3 meses o más.
El médico de atención primaria hará un seguimiento periódico para valorar si se mantiene, reduce o da el alta. En algunos casos, si el proceso se alarga, puede intervenir el INSS para evaluar tu situación.
¿Qué tipo de baja es: común o profesional?
- Contingencia común: se considera así cuando la ansiedad no está directamente causada por condiciones laborales específicas. Es lo más habitual.
- Contingencia profesional: cuando se demuestra que el origen de la ansiedad es el entorno de trabajo (acoso, presión excesiva, exposición a riesgo emocional…). Es más difícil de acreditar, pero implica ventajas económicas.
¿Cuánto se cobra durante la baja?
Depende del tipo de contingencia y del tiempo de baja:
Si es una contingencia común:- Del día 1 al 3: no se cobra.
- Del día 4 al 20: cobras el 60% de la base reguladora.
- A partir del día 21: cobras el 75% de la base reguladora.
Si es una contingencia profesional:- Desde el primer día: cobras el 75% de la base reguladora.
- Este porcentaje lo asume la Mutua o la Seguridad Social.
- Desde el primer día: cobras el 75% de la base reguladora.
- Este porcentaje lo asume la Mutua o la Seguridad Social.
La base reguladora se calcula a partir de tu sueldo bruto del mes anterior dividido por 30. Así puedes hacerte una idea del ingreso mensual durante la baja.
Estrategias para gestionar y superar la ansiedad laboral
Pedir la baja es solo el primer paso. El objetivo no es «desconectar» unas semanas y volver a lo mismo, sino aprovechar ese tiempo para cuidar de ti, entender qué está pasando y empezar a recuperar el control de tu bienestar. Aquí te comparto algunas estrategias que han demostrado ser efectivas, y que puedes empezar a aplicar incluso durante la baja.
1. Incorpora ejercicio físico con regularidad
No necesitas entrenar como un atleta. Basta con caminar a paso rápido, hacer yoga suave o nadar. El ejercicio ayuda a liberar tensiones acumuladas y mejora el estado de ánimo gracias a la liberación de endorfinas. Empieza poco a poco, sin exigencias.
2. Practica técnicas de relajación
Dos muy efectivas:
- Respiración profunda: Inhala contando hasta 4, mantén el aire 4 segundos, exhala lentamente contando hasta 6.
- Relajación muscular progresiva de Jacobson: Tensa y suelta diferentes grupos musculares para liberar tensión física. Puedes encontrar audios guiados en internet para practicar.
Estas técnicas ayudan a calmar el sistema nervioso y a cortar el ciclo de activación continua que genera la ansiedad.
3. Exposición gradual a lo que te genera ansiedad
Si hay tareas que te angustian (como hablar en público o reuniones grupales), puedes prepararte poco a poco. Por ejemplo: ensaya primero con amigos, luego con compañeros de confianza, y finalmente en situaciones reales. Cada paso te hará sentir más seguro.
4. Mejora tus habilidades de comunicación
Aprender a decir “no”, expresar lo que necesitas o gestionar un conflicto con un compañero o jefe sin entrar en confrontación es clave para reducir tensiones. Una buena comunicación previene malentendidos y reduce la presión interna.
5. Establece límites y cuida tu vida fuera del trabajo
Este punto no es negociable: tu vida no puede girar solo en torno al trabajo. Dedica tiempo semanal a actividades que disfrutes: leer, salir a caminar, pintar, ver a tu gente. Recuperar tu identidad más allá del rol laboral es parte esencial de tu sanación.
6. Busca acompañamiento profesional
Una terapia psicológica adecuada puede ayudarte a identificar patrones de pensamiento que mantienen la ansiedad, a gestionar tus emociones y a tomar decisiones más saludables a medio y largo plazo. No tienes que hacerlo todo tú solo/a.
A veces, lo más valiente no es resistir… sino permitirte parar y reconstruirte desde otro lugar.

Cómo prevenir recaídas y fortalecer tu bienestar emocional
Superar una etapa de ansiedad laboral no significa que ya no pueda volver. Pero sí puedes salir de ella más fuerte, con herramientas para evitar caer en los mismos patrones. Prevenir una recaída no consiste en “hacerse más duro”, sino en ser más consciente, más amable contigo mismo y más honesto con tus necesidades.
1. Reconoce tus señales de alerta
Cada persona tiene sus propios “avisos”: insomnio, tensión en el cuerpo, pensamientos obsesivos, pérdida de energía o motivación… Aprende a detectar las primeras señales de que algo no va bien. Cuanto antes actúes, menos te costará volver al equilibrio.
2. Mantén hábitos que nutren tu bienestar
- Muévete cada día, aunque sea media hora.
- Reserva tiempo semanal para actividades que disfrutes.
- Cuida tu descanso: el sueño no es un lujo, es una base.
- Aliméntate de forma regular y equilibrada.
Estos hábitos no curan por sí solos, pero crean un suelo estable que sostiene tu salud mental.
3. Refuerza tu red de apoyo
Habla con personas en las que confíes. Pide ayuda cuando la necesites. Participa en grupos, redes o espacios donde puedas compartir sin sentirte juzgado. Aislarte solo empeora el malestar. Acompañarte —y dejarte acompañar— es sanador.
4. Planifica tu reincorporación al trabajo
Si estás de baja, habla con tu terapeuta o tu médico sobre cómo y cuándo volver al trabajo. Puede ser gradual, con cambios en tu jornada o tus tareas. No vuelvas “a lo loco”, como si nada hubiera pasado. Diseña tu regreso con conciencia.
5. Replantea tu relación con el trabajo
Tal vez haya cosas que no puedes cambiar: un jefe exigente, un ritmo alto, una cultura poco saludable. Pero sí puedes decidir cómo te relacionas tú con ese entorno. Puedes poner límites, pedir ayuda, o incluso —si es necesario— cambiar de camino.
No estás obligado a quedarte donde te estás rompiendo.
6. Mantén el apoyo psicológico
Aunque te sientas mejor, seguir en terapia puede ayudarte a consolidar los cambios, entender lo que pasó y evitar volver a dinámicas que te dañaron. Recuerda: la ansiedad no aparece de la noche a la mañana, y tampoco se va de golpe. Pero sí se puede transformar.